Altos niveles de confiabilidad y seguridad.
Reducción de gastos (por priorizar tareas de inspección sobre las de sustitución).
Mayor conocimiento de los equipos, desde un enfoque funcional y sistémico.
Un lenguaje común para operaciones y mantenimiento (mejorando la comunicación entre ambos sectores).
Mayor involucramiento de operadores y mantenedores (al llevar a cabo programas elaborados por ellos).